Después de un año de gestión parlamentaria
Nueva apuesta indígena
Pablo Stefanoni- El Juguete Rabioso, La Paz, 17-8-2003.
Defraudados por la acción del rodillo oficialista y la inoperancia del MAS y el MIP, los indígenas pretenden crear un bloque parlamentario que defienda sus intereses.
Hace un año decenas de diputados indígenas entraron “pisando fuerte” a un Parlamento Nacional que expresa(ba) al estigmatizante y racializado sistema político boliviano. Dos partidos con base campesino-indígena –el MAS y el MIP– aprovechando la disponibilidad política derivada del “mal gobierno” de Bánzer-Quiroga y la división de las elites, se apoderaron de un pedazo de ese territorio –exclusivo y excluyente– en el que se escenifican batallas políticas, en teoría se paren ideas y toma forma –como en ninguna otra institución estatal– la discursividad del poder. Así, trajes “típicos” e idiomas originarios parecieron transformar al Parlamento Nacional en una expresión del carácter multisocietal de la denominada “nación boliviana”.
Pero el optimismo inicial pronto dio lugar a una constatación empírica: el Parlamento –al igual que el resto de las instituciones estatales– no es un espacio neutro de representación, tal como reza la democracia liberal, sino que se trata de un aparato moldeado, organizativa, ideológica y culturalmente por los grupos dominantes, producto de un cierto orden social, de un “momento constitutivo”, resultante de un determinado mapa de fuerzas, que constituye el predominio de un grupo social sobre otros. A diferencia de las “formas comunitarias de la política” –en las que el límite de la actividad de los representantes es la propia voluntad colectiva que controla materialmente los medios de dicha soberanía ([1])– en la forma liberal “la capacidad soberana que cada individuo detenta es cedida (intercambiada), total o parcialmente, para constituir un poder político que la deglute, una soberanía abstracta” ([2]).
La combinación en la práctica de estas dos lógicas de soberanía política –y las estrategias que intervienen en cada una– no ha resultado fácil para los parlamentarios del MAS, que en gran parte fueron elegidos –y responden– a sus comunidades y, especialmente, a sus organizaciones sindicales. Sus capitales políticos –útiles para organizar el curso de la decisión común en procesos de “autodeterminación social– resultaron incapaces, por el momento, de disputarle el sentido de lo general, de lo nacional –en su propio “terreno”, el Parlamento– a los representantes de los partidos tradicionales, herederos de las elites económicas y políticas que construyeron las instituciones republicanas “a la medida” de sus capitales legítimos e intereses de clase ([3]).
El resultado para los diputados indígenas –portadores de identidades estigmatizadas y carentes de estos “capitales legítimos”, entre ellos los capitales lingüísticos ([4])– fue la “invisibilidad” e imposibilidad de imponer la más mínima agenda parlamentaria ([5]). El poder colonial –difuso en los distintos espacios de la vida social– más los propios “complejos de inferioridad” promovidos por siglos de estigmatización y opresión, conspiraron contra el protagonismo indígena: en sus discursos, en su capacidad interpelatoria en castellano, e incluso en la forma de ocupación del espacio físico parlamentario.
“El objetivo de una gran parte de los parlamentarios indígenas –cuando ingresamos al Parlamento hace un año– era la ‘refundación’ del Congreso Nacional. Pensábamos que íbamos a hacer mucho en temas de legislación, fiscalización, y asimismo en temas de gestión. Pero resulta que en el transcurso de un año los parlamentarios indígenas casi no hemos tenido resultados, más bien nos sentimos utilizados”, dice el diputado Rosendo Copa (MAS), de la comunidad qaqachaka.
Es moneda corriente –desde la reforma constitucional de 1994– hablar del carácter “multiétnico y pluricultural” del país, y de la educación “intercultural bilingüe”. El vicepresidente (aymara) Víctor Hugo Cárdenas estaba ahí para atestiguarlo, y de paso para compensar, con su presencia en la fórmula presidencial, la identidad gringa y oligárquica de Gonzalo Sánchez de Lozada. Era un momento en el que incorporar al poder a los “indios buenos” era políticamente correcto frente a los organismos financieros internacionales y las poderosas ONGs europeas, embarcados en la defensa del medio ambiente y los “grupos vulnerables”.
El nuevo discurso plurimulti promovido desde el Estado –con fuerte apoyo del capital transnacional, sus instituciones financieras y sus usinas ideológicas– reconocerá las instituciones propias de cada cultura solamente en funciones subalternas y periféricas mientras el centro político-económico sigue siendo monocultural ([6]).
Esto es lo que han tenido que enfrentar los indígenas dentro del Parlamento (incluso dentro de sus propios partidos). Han sido tomados como elementos decorativos de la institucionalidad parlamentaria, pero no gozaron de ningún margen para ejercer su acción política.
El Bloque Parlamentario Indígena
En este contexto un grupo de diputados, entre los que se encuentra Rosendo Copa, han decidido poner en marcha una iniciativa novedosa y prometedora: la constitución de un bloque indígena transversal a los partidos políticos; destinada a revertir el carácter de “convidado de piedra” que la lógica estatal –impregnada incluso en el MAS y en alguna medida en el MIP– parece haberles asignado a los parlamentarios indígenas; y retomar la iniciativa en lo que les queda de mandato parlamentario.
“Faltando un mes para finalizar un año de gestión –y en virtud de lo poco que conseguimos hasta ahora– nos organizamos en el bloque parlamentario indígena ¿Y qué quiere decir eso?: hacemos una unidad de fuerzas de los parlamentarios indígenas que venimos de comunidades y ayllus de seis de los nueve departamentos para hacer nuestras propias leyes y tener voz y voto”, dice Copa. Y agrega: ”Queremos ‘encadenarnos’ para hacer fuerza y demostrar que a través de los diputados indígenas podemos lograr el desarrollo de nuestro país. En el tema educación, salud o desarrollo. Este bloque indígena no solamente viene del MAS sino también de otros diputados: del MIR, del MIP, de NFR y del mismo MNR. Estamos invitando a todos los diputados indígenas que quieren luchar por la gente del campo”.
El bloque indígena puede contribuir a transformar la institución parlamentaria, a partir de un polo indígena que haga primar los intereses de las comunidades que los eligieron –y sus reivindicaciones precisas– por encima de las pujas partidarias; que como lo demuestran las negociaciones de NFR previas a su ingreso al gobierno, tienen poco que ver con los intereses de la ciudadanía. De esta forma puede aportar un poderoso efecto democratizador que continúe la tendencia operada desde abril de 2000, cuando los movimientos sociales acabaron con la dictadura discursiva y simbólica neoliberal y plantearon novedosos horizontes de acción colectiva, e incluso –aunque de manera difusa– caminos alternativos de reorganización del futuro. Por otra parte, la acción común de los diputados indígenas abre un escenario inmejorable para la construcción del Instrumento Político que propicia el MAS.
Primero, porque potencia la lucha contra el “rodillo parlamentario” oficialista que impidió que los proyectos de su bancada fueran discutidos con seriedad pese a ser la segunda fuerza parlamentaria y la primera de la oposición; aislamiento que se agravará con el ingreso de NFR al gobierno. Segundo, porque le permite una relación transversal con los parlamentarios indígenas del resto de los partidos, conservando –por ser la mayoría del bloque y portadores de una identidad campesino-indígena– una gran capacidad de articulación e irradiación discursiva, lo cual contribuye a la construcción de hegemonía, hacia adentro y hacia fuera del Parlamento. Tercero, el bloque indígena le posibilita al MAS ampliar la “masa crítica” necesaria para impulsar –con decisión– el proyecto de Asamblea Popular Constituyente, entendida no como una mera reforma constitucional sino como un canal “para elevar el poder constituyente de la multitud y dar lugar a nuevas formas institucionales”([7]). Y cuarto, la interacción de los parlamentarios indígenas ayudará a limar las desconfianzas derivadas de los enfrentamientos –muchas veces motivados por intereses personales– entre Evo Morales y Felipe Quispe, en provecho de la unidad del movimiento indígena y popular.
Pero, a la vez, dicho bloque indígena sería una suerte de llamado de atención para el MAS y el MIP, para que se transformen en una expresión democrática auténtica del Estado multinacional que dicen representar.
Notas:
[1] En ese sentido, el que manda dentro de esta lógica política, “manda porque obedece”, porque se sujeta a la decisión común, y sólo en tal sentido adquiere su calidad de representante. Hay que recordar que la forma sindicato, en las áreas rurales, recoge muchas de las formas de expresión de la soberanía que encontramos en las comunidades. [2] Raquel Gutiérrez A., “Forma comunal y forma liberal de la política”, en Pluriverso (varios autores), Muela del Diablo Editores, La Paz, 2001. [3] Ver: Álvaro G. Linera, “Las nuevas izquierdas bolivianas”, Le Monde Diplomatique, La Paz, Nº 10, julio 2003. [4] “El intercambio lingüístico es también un intercambio económico que se lleva a cabo en una cierta relación simbólica de fuerzas entre un productor, provisto de un cierto capital lingüístico, y un consumidor (o un mercado), apto para procurar un cierto beneficio material o simbólico” (Pierre Bourdieu, ¿Qué significa hablar?, Akal, Madrid, 2001). [5] Esta es una característica general de la actividad parlamentaria del MAS, agravada en el caso de los parlamentarios indígenas. [6] Luis Tapia, La condición multisocietal, multiculturalidad, pluralismo y modernidad, Muela del Diablo, La Paz, 2002. [7] Raúl Prada Alcoreza, intervención pública.
|