Alberto J. Pla ( Universidad Nacional de Rosario , Centro de Estudios de Historia Obrera ,Argentina).

 

ABSTRACT

Discutir el papel que el historiador asume, ya sea explícitamente o de manera implícita, lleva a discutir algo más amplio que es el de definir lo que entendemos por intelectual, y dentro de los intelectuales que es el historiador. Aquí se entrelazan varios problemas y solamente nos vamos a referir a algunos aspectos de ellos.

En la izquierda , dentro de la cual nos ubicamos, el perfil del intelectual osciló entre lo que se llamó el intelectual "orgánico", el intelectual "comprometido" y el intelectual "academicista". Es posible pensar en que se puede ser mas de una cosa de éstas a la vez. Mas aún, casi siempre se es mas de una de estas cosas a la vez. La diferencia entre el compromiso y la organicidad es una débil línea de separación, en cambio lo estrictamente académico pretende una asepsia intelectual ya muy difícil de justificar, aunque ha sido el refugio reiteradamente buscado por algunos intelectuales. En cuanto a los intelectuales "orgánicos" lo son, según Gramsci, en relación a una clase social. La burguesía y el Estado tienen sus intelectuales orgánicos y algunos, como ciertos positivistas, creían que ellos eran los "burócratas de Estado" cuando en realidad abarca a sectores mas amplios de intelectuales funcionales al orden social vigente, ya sean liberales o conservadores. Para la clase obrera, o mejor aún, para "una fuerza política clasista" en la cual la clase obrera es el núcleo central fuerte, ese intelectual no sólo explica, comprende y plantea alternativas al orden social vigente ( como lo hace también el intelectual comprometido), sino que además es funcional a esa "fuerza política clasista".

En resumen y para saldar parte de esta presentación, diremos que la historia solamente "académica" , es una historia aislada y al margen de la sociedad. Por eso los historiadores, por imperativo de su oficio, no escapan a cualquiera de estas disyuntivas y no pueden cerrar los ojos. Deben asumir la responsabilidad de una elección.

Y precisamente es lo académico y la misma Universidad las que están en crisis.

La Universidad en este fin de siglo es como un espacio vacío que se agota en cuestiones formales y burocráticas : pragmatismo, clientelismo, conformismo, nuevo espíritu corporatista que expresan su aislamiento y justifican así su refugio en la actitud excluyente frente a la sociedad.

Apostar a la crítica de esa llamada "cultura académica" es sacudirse la modorra para apostar a una nueva sensibilidad, a un nuevo tipo de compromiso, porque nuestra época de cambios profundos en todos los niveles de la sociedad requiere al intelectual comprometido y asumiéndose públicamente. No es posible ya, quedarse al margen, ya que esta omisión tiene consecuencias nocivas múltiples.

Es necesario un nuevo pensamiento social que reconstituya superando, el compromiso que en un pasado se expresó por ejemplo en América Latina en el movimiento de Reforma Universitaria, y mas cercanamente con el espíritu de lo que fue el 68 francés o el otoño caliente en Italia. Ellos, al igual que otros movimientos intelectuales tuvieron trascendencia internacional, y para eso en nuestro campo de la historia hay que superar el exclusivismo de la microhistoria ya que allí no se agota el oficio de historiador, como pretende en general nuestra "cultura académica" aún hegemónica.

Sin embargo los gérmenes de algo nuevo están presentes y de lo que se trata es de potenciarlos. El solo hecho de plantearse el "compromiso" como problema es ya un avance significativo, que no nos lleva a repetir fórmulas anteriores, sino a aprender de ellas para construir otras alternativas. Porque los cambios en la sociedad son profundos y si nunca la mera repetición es constructiva, menos aún cuando las urgencias reclaman un salto dialéctico del propio pensamiento y la acción que se le corrresponde.

Dice un autor venezolano (Rigoberto Lanz) que la clave es hoy descubrir la fuerza del pensamiento débil, afirmar lo positivo del pensamiento negativo, descubrir el otro orden que el principio del caos instaura, afirmarse en la consistencia de lo efímero, jugar cuando el juego mismo se ha cerrado.

Nuestra negación de un orden que rechazamos es al mismo tiempo afirmación constructiva, el "otro" orden debe surgir de este "desorden" que no es sino la expresión precisa de un sistema que se encamina no a perpetuarse en un supuesto "fin de la historia" imposible, sino a sobrevivir a costa de la humanidad toda. Como dice Chomsky : " si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanzas", Y esto recuerda a Walter Benjamin que en 1922 ya escribió : sólo para la causa de los desesperados nos ha sido dada la esperanza.

Hace años, por mi parte ya escribí que lo que aparece claro es la necesidad de asumir ciertos puntos de partida a nivel metodológico . Historiadores y científicos sociales se deben mover con esquemas nuevos y el bagaje epistemológico del científico social, al enriquecerse con una realidad que lo condiciona, abre el camino para un salto dialéctico. La necesidad sigue siendo imperiosa y las condiciones existen.