Tomado de: Ezequiel Adamovsky (comp.) Octubre Hoy. Conversaciones sobre la idea comunista a 150 años del Manifiesto y 80 de la Revolución Rusa. Ed. El Cielo por Asalto n°16 (pp 9-13) |
Introducción Este libro agrupa un conjunto de entrevistas a destacados intelectuales y académicos argentinos y del extranjero, todos ellos, de alguna manera, vinculados al campo de estudios de la ex-URSS o del pensamiento de izquierda. Los diálogos que se presentan a continuación proponen un balance retrospectivo de la idea comunista y de la experiencia soviética, y la relación de ambos con la historia de la tradición socialista. A pesar de que el presente volumen es el fruto de un trabajo individual, su inspiración fue, en cierto sentido, colectiva. Permítame el lector una breve nota, casi autobiográfica, para explicar el motivo y la ocasión de este libro. El proyecto de realizar y publicar este conjunto de entrevistas nació hace poco más de tres años, cuando el que escribe todavía era estudiante de la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires. En ese entonces, y desde hacía algún tiempo grupos de estudiantes y egresados recientes nos reuníamos aquí y allá para tratar de ponerle palabras a un malestar que nos acosaba a todos más o menos por igual. Esta sensación tenía que ver con el estado de los estudios históricos en nuestro país, con la vida académica y los espacios y modelos que ésta nos proponía. Por algún motivo que por entonces aún desconocíamos, estábamos disconformes con el futuro profesional que nos esperaba. Naturalmente, estaba la cuestión de las restricciones presupuestarias y la dinámica institucional, que limitaban -y limitan- cada vez más el acceso a la docencia y la investigación. Sin embargo, había algo más en nuestro malestar. Los primeros en ponerle palabras fueron, por entonces, dos jóvenes historiadores: en una serie de publicaciones, Roy Hora y Javier Trímboli señalaron la necesidad de encontrar una nueva relación entre Historia y política*. Es que la Historia. como actividad, se apoyó siempre en algún pacto implícito con la sociedad, un pacto que otorgaba al historiador la función de construir genealogías políticas del presente. Antiguamente el historiador estaba allí para narrar las glorias del Príncipe; más tarde su actividad fue la de construir el relato del avance inexorable de la humanidad o la Razón. Ese avance podía estar, sin embargo, protagonizado por distintos sujetos: podía ser el Hombre en general y, en ese caso, la Historia podía servir para combatir los resabios de un pasado oscuro, la tiranía, los privilegios y la intolerancia. También podía ser protagonista una Nación en particular (encarnada en su Estado, sus élites o sus masas nacionales): en todos los casos, los relatos del historiador nacional servían para cohesionar, para alinear a los individuos tras su Estado. Un poco más tarde, con el surgimiento de las ideas socialistas y la crítica radical de la sociedad, algunos historiadores pudieron abocarse a escribir la historia (también en muchos casos inexorable) de la emancipación social, protagonizada por la clase obrera en combate con el capital. En este último caso, la Historia servía como una optimista invitación a la lucha. Tal como yo lo entiendo, cada uno de estos pactos entre el historiador y la sociedad cuya genealogía reconstruía, sirvió no sólo para alimentar una visión política del presente, sino para iluminar nuevas zonas y problemáticas del pasado: cada nueva pregunta acuciante acerca de la actualidad motivó una no menos acuciante búsqueda de respuestas en períodos anteriores. Si la historiografía de hoy conoce del pasado algo más que la vida y hazañas de los gobernantes es porque, en algún momento, otros historiadores tuvieron la necesidad vital y política de indagar por otros sitios, de hacer aparecer lo que antes no estaba allí. En este sentido, la relación de Historia y política está lejos de dificultar necesariamente el acceso a un mejor conocimiento del pasado. Por el contrario, sólo existe un conocimiento interesado. En los primeros diagnósticos que hacíamos hace algo más de tres años, llegamos a la conclusión de que había una relación entre la pobreza de las producciones historiográficas de nuestro país y la ausencia de preguntas fuertes acerca del presente. Naturalmente, esto tiene que ver con una situación que excede el ámbito argentino. y que involucra a la cultura occidental en su conjunto. Si recorremos brevemente el pensamiento de las últimas décadas, comprobaremos que la totalidad de las ideas que inspiraron a las historiografías del pasado están en decadencia o fuertemente cuestionadas. Occidente ya no cree en el progreso inexorable de la humanidad o de la Razón: las mismas ideas de "humanidad" y de 'razón" están cubiertas tras un manto de sospecha. acusadas de ser enmascaramientos totalitaristas de una voluntad de poder. Por otro lado. en un mundo globalizado y multicultural, la Nación perdió gran parte de su papel como foco de agrupamiento natural entre los hombres, y sufre las mismas sospechas y acusaciones mencionadas. Finalmente, el impasse actual en toda lucha radical por la emancipación social echa dudas sobre una Historia centrada en ese motivo. Particularmente, se encuentra fuertemente cuestionada la idea de que la clase obrera sea el sujeto emancipatorio, o de que exista una emancipación (así, en singular) posible. En este estado de cosas, el fracaso de la experiencia comunista -tema central de este libro- resultó de importancia capital. Frente a la decadencia y las sospechas sobre la casi totalidad de las ideas de la modernidad (y en ausencia de nuevas representaciones colectivas que las reemplacen), el presente parece haber perdido cualquier sentido que exceda lo individual. La experiencia de los sujetos se vuelve incomprensible; las identidades, débiles; el tiempo, carente de profundidad. Y en un presente que estalló en sus fragmentos, los individuos encuentran cada vez más difícil articularse en políticas colectivas, pensarse colectivamente. Y así como el presente de los historiadores de épocas anteriores se proyectaba al pasado en sus construcciones genealógicas, de modo similar la fragmentación actual de nuestra experiencia encuentra su reflejo en un pretérito igualmente fragmentado. Allí donde los antiguos historiadores articulaban un relato del pasado que otorgaba sentido al presente, en muchos historiadores actuales puede verse una tendencia a tomar un objeto, describirlo y colocarlo en la vitrina de una publicación periódica o un congreso. Esta actividad -más parecida a la del anticuario que a la del historiador-, deja a los objetos así descriptos y expuestos sin conexión entre sí: el pasado adquiere el aspecto de un inventario, antes que el de un proceso habitado por una tensión dramática. El historiador. anteriormente productor activo del tiempo contemporáneo y del pretérito (al mismo tiempo que producto suyo), se ve hoy atrapado en el círculo de una pasividad que se retroalimenta, de un presente sin sentido a un pasado sin pasiones. Este estado general de la cultura occidental hace sentir sus efectos de forma especialmente notable en nuestro país, por motivos que requerirían un estudio aparte. Quizás parte de esos motivos se encuentren en una democracia cuya defensa fue el leit motiv del pacto tácito de los intelectuales post-1983 con la sociedad. El imperativo incuestionable de la defensa de la democracia impuso, por las alternativas especialmente dramáticas de su gestación, paradójicamente, la desdramatización de su origen. Tal operación de sutura. necesariamente, tenía que proyectar sus efectos desdramatizadores hacia atrás, al resto de la historia de nuestro país. Este "pacto democrático" se agota hoy día a día, al paso de una realidad política que ofrece cada vez menos motivos para una defensa ardiente e incondicional. Formular nuevas preguntas al pasado sólo puede erosionar un pacto que le teme a su propia historia. Lo incuestionable, sea ello lo que fuere, siempre es un peso muerto para el conocimiento. Hecho el diagnóstico, llega la pregunta política por excelencia: ¿qué hacer? Naturalmente, una opción siempre presente es no hacer nada. Después de todo ¿cuál es el problema con la fragmentación del pasado y la pérdida de sentido de la experiencia? Por lo demás, sujetos con identidades débiles son -al menos potencialmente- más libres. Sin embargo, no debe perderse de vista que la fragmentación del presente nos ha dejado -al menos por ahora- indefensos frente a un panorama de creciente concentración del poder político y económico. Es en este sentido que la búsqueda de una nueva relación entre Historia y política cobra relevancia. Explorar nuestro pasado, construir relatos que lo signifiquen, que funcionen como mapas de sentido para el presente --como diría Fredric Jameson-, es de importancia vital. Ninguno de los que participamos de aquellas reuniones (y que más tarde logramos escribir un Manifiesto expresando nuestro malestar*), sabe exactamente cómo construir una nueva relación deseable entre Historia y política, diferente de los paradigmas hoy en crisis. El presente libro tiene, en este sentido, una voluntad exploratoria. Me pareció una buena idea juntar dos ámbitos que en nuestro país, al menos discursivamente, están separados: el de la práctica política y el de los estudios académicos. En las entrevistas que siguen interrogué especialmente a intelectuales y académicos profesionales que, al mismo tiempo, mantienen o mantuvieron una fuerte relación con la política. La intención: acercar el conocimiento académico a la vida, y la práctica política al pensamiento sistemático, con la creencia firme en que ambos ámbitos serán suelo yermo en la medida en que permanezcan separados. El tema de los diálogos fue el destino de la idea comunista y de la tradición socialista en general, tras el fracaso de la experiencia soviética. Un texto de mi autoría que ofrezco al lector al final del presente volumen, explica con mayor profundidad la pertinencia de discutir hoy estas cuestiones, tanto desde el espacio académico como del político. Permítaseme adelantar tan sólo un argumento: para quienes nos sentimos parte de la tradición socialista, extremar la criticidad de nuestra mirada sobre el pasado propio es fundamental para generar nuevas prácticas, capaces de escapar de los derroteros de las antiguas. Las entrevistas son, en general, temáticas: con Robin Blackburn recorrimos algunas de las cuestiones principales que enfrenta hoy el pensamiento de izquierda, de modo que su entrevista bien puede funcionar como introducción. Con Boris Kagarlitsky discutimos problemas de la historia de la URSS y de su naturaleza; su experiencia como disidente se refleja en algunos pasajes especialmente interesantes acerca de su itinerario personal. Fred Halliday respondió preguntas sobre la tradición socialista. las causas de la Guerra Fría y las relaciones internacionales tras la caída de la URSS. Con Ernesto Laclau discutimos cuestiones epistemológicas y filosóficas relacionadas con el pensamiento de izquierda, particularmente el problema del sujeto y de la identidad. Por último, Ricardo Graziano y Rolando Astarita debatieron sobre la naturaleza de la URSS, el sistema de planificación y el socialismo de mercado, mientras que Horacio Tarcus y José Sazbón discutieron cuestiones político-filosóficas y de historia de la tradición socialista. Allí donde me pareció necesario, introduje notas explicativas o citas bibliográficas para estimular al lector a profundizar en cada tema. No quisiera terminar estas palabras iniciales sin dejar constancia de mi gratitud. en primer término con todos los que accedieron gentilmente a someterse a mis preguntas. y con los editores, que confiaron a ciegas en el proyecto. Horacio Tarcus, por su parte, fue una ayuda permanente. En Londres, Arturo y Nina Varchevker colaboraron con la entrevista a Blackburn y establecieron el primer contacto con Fred Halliday, además de hacer de mi estadía en esa ciudad algo inolvidable. Por último, last but not least, quisiera manifestar mi especial gratitud con Karin, Vera y Renato, por haber estado allí. E. A.
* V. principalmente. R.Hora/J. Trímboli, "Las virtudes del parricidio en la historiografía", en Entrepasados. n° 6 . 1994 : "La historia en la literatura argentina reciente", en El Cielo por Asalto, n° 6. verano 1993/4. v la serie de entrevistas reunidas en Pensar la Argentina, Buenos Aires, El Cielo por Asalto. 1994. * Manifiesto de Octubre, Buenos Aires, octubre de 1997.
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